Escribe Francisco Gómez (*)
Una hora y media antes de que los representantes de
CICOP, ATE, Astillero del Río Santiago y la Multisectorial Campesina enciendan a una multitud con fervorosas palabras frente a Gobernación, Delia, con sus 81 años, espera al 273 en la parada de 7 y 45. Reposada sobre la chapa trasera de una florería ambulante, clava la mirada sobre las miles de personas de distintas partes de la Provincia que transitan por las inmediaciones de Plaza Italia.
-La puta madre, no leí nada de que iba a estar todo cortado-, dice.
Al ruido de los bombos se le suma la sirena de una ambulancia, que irrumpe en Avenida 7 con una consigna ploteada en su costado derecho: “No hay salud pública con sus trabajadores sin derechos. La salud no puede esperar.”
De un changuito celeste Delia toma sus anteojos, se los acomoda en los finos cartílagos de la nariz y comienza a balbucear mientras lee la chapa de la camioneta.
Segundos más tarde, golpea el suelo incesantes veces con la punta del zapato derecho. Al observar cerca suyo a Agatha, joven de unos veinti-pocos, con un guardapolvos y una bebe en brazos, le pregunta el por qué de tanto alboroto.
Agatha, al igual que los demás médicos de Cicop movilizan hace tres meses en reclamo de un aumento del cuarenta por ciento anual -o un veinte semestral- frente a la oferta del ejecutivo provincial de un 16,7 por ciento hasta mitad de año.
La nena en brazos de su madre llora. Con pasión, con enfado, con incertidumbre.

Bajo una pasarela de hojas amarillas desfilan miles de personas. Gritan, saltan, aplauden, putean. Por delante, los representantes de Ate, Cicop, Astilleros y Judiciales forman una cadena humana, que se quebrará cuando suban a un camión despintado frente a Gobernación, y propongan una unidad sindical que combata las políticas de ajuste.
Como piezas de rompecabezas desparramadas por las inmediaciones de Plaza San Martín, otros grupos protestantes como la Multisectorial Campesina, Suteba, la FULP y el MST se unificarán pasado el mediodía en 7 y 50; para juntos, terminar en la Casa de Gobierno provincial.
Largas filas a lo largo y ancho de la plaza la tiñen de blanco, rojo, verde, amarillo y azul, mientras gritan al unísono: “Si no aumentan los sueldos, que quilombo se va armar”.
Minutos después da inició al acto central el representante del campesinado.
Apoyada contra la superficie rugosa de un árbol, Agatha ensaya posiciones nuevas para sostener el cuerpo de su hija. Del bolsillo del guardapolvos saca la mitad de una mandarina.
Mientras echa una puteada al aire, le da un gajo a su hija, que llora. Con molestia, con ardor, con inocencia.

“Algunos dicen que es difícil construir la unidad. Nos dicen ¿Y por qué no se juntan, no ven qué la situación actual es un desastre? La unidad por abajo significa la unidad por arriba, compañeros. Y significa poder ganarle al ajuste. Todos juntos”. Con esta frase, y siendo el último en hablar, el secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado, Oscar De Isasi, enmarca el discurso general de los todos los expositores.
Con esa promesa, la de formar un frente popular fuerte y de realizar las manifestaciones necesarias para solucionar el conflicto, se da fin al acto. Los presentes vuelven tras sus pasos hasta perderse entre los árboles y el humo de las parillas ambulantes.
Asomada por la ventana de un micro escolar marrón con destino a La Matanza, Agatha espera al chofer con la mirada desorbitada. Su hija está sentada en sus piernas. Ya no llora. Con hipo le quita los pelitos a los gajos de la mandarina.
-Mami, quiero ir a casa – expresa sin levantar la cabeza
-Yo también Inesita, yo también
(*) Periodista de 221Radio