Parece una contradicción, pero en Estudiantes, el club que honra la tradición universitaria de La Plata, la ciudad de la ciencia y el conocimiento y, entonces, de la razón, creemos en todo tipo de esoterismos: en la mística, en cábalas que preferimos llamar costumbres y, sobre todo, en brujas. En Estudiantes adoramos a las brujas.
Juan Ramón Verón fue la figura sobresaliente de la generación de pincharratas que, como dice el relato que enciende las gargantas en la previa de cada partido que se juega en UNO, la Tierra de Campeones, quebró la hegemonía de los poderosos.
Montado sobre la escoba de la Bruja, Estudiantes fue el primer equipo argentino más allá de los cinco considerados grandes en ganar la Copa Libertadores. No la ganó una vez: la ganó tres veces.
Montado sobre la escoba de la Bruja, Estudiantes conquistó el mundo en aguas piratas, con gol de Verón en la gesta global de Old Trafford.
Juan Ramón Verón fue un wing endiablado, impredecible e implacable, como el destino, otro producto de la sinrazón al que en Estudiantes no nos entregamos sin luchar: lo moldeamos trabajando duro en la semana, estudiando a los rivales, sometiendo nuestra individualidad a un proyecto colectivo, dejando la piel en cada pelota dividida para que ruja la tribuna: ¡Estudioooo, Estudioooo, Estudioooo!
Juan Ramón Verón fue tan grande que semejante aporte a la historia pincha le pareció poco: acaso en su jugada más genial, nos dejó a Juan Sebastián, la Brujita, la descendencia que inmortalizó a Verón como el nombre de la gloria; que empujó a Estudiantes a nuevas victorias, a otros destinos de grandeza, a otras gestas que asombraron al mundo y habilitaron la discusión: ¿Quiénes son los grandes en Argentina?
Montado en su escoba, tirando alguna de sus gambetas endiabladas, Juan Ramón Verón, la Bruja, vuela hoy al olimpo pincharrata VIP. Allá lo esperan Zubeldía y Sabella.
Amor eterno a la Bruja Verón, el padre de la gloria.
¡Estudioooo, Estudioooo, Estudioooo!