Para mí, será un aprendizaje, sin dudas. Como lo fue este tiempo haciendo radio en la 221. "Con Yiyo vas a aprender mucho", me dijo alguien. Y no se equivocó. Era el puto amo. El que transformaba la nada misma, en un programón de risas e interés. Si hasta Juli, muchas veces, se prendía después de La Revolución: "Cómo le va Cantoni", solía saludar. A Ojota le gustaba. Tenía esa cuota de humor, más allá del periodismo deportivo. Enseguida venían las frases con doble sentido y las chicanas. "Hay rimas, hoy?", me preguntaba cada vez que nos cruzábamos en el pase del sucucho de calle 7. Ahí, donde quedó para siempre, la escalera "Julián Ojota Morales", después de aquella estrepitosa caída.

Nunca entendí, ni creo que vaya a entender, cómo terminé haciendo las columnas que hice. Pero siempre supe que Yiyo era fundamental. "Vos una tremenda hija de puta. Con esa carita de santa, sos una hija de mil puta". Y es posible que tenga razón. Hoy, al menos, me siento así. Porque muchas veces me quejé de cuestiones pelotudas de la radio, pensando que eran importantes. Qué boluda. Qué equivocada que estaba.

Ya nada será lo mismo. Habrá un antes y un después. Me abrazaré a los lindos recuerdos que tengo de los dos. En mi caso, La Maldita Costumbre de Cambiarle el Nombre al Programa, ya no tendrá a mi remador, sostén y reidor preferido. Y lamento profundamente, haberme dado cuenta ahora. Por esa Maldita, puta y cruel Costumbre de creer que la vida pasa por un lado, cuando todo está sucediendo, exactamente del otro.