04-10-2020
Por Inferiores Platenses, programa de 221 Radio
Emocionado, con la voz quebrada, pero convencido en su afirmación. Así, recordó a Héctor Atilio Delmar, su amigo y confidente, Juan Carlos Basílico, “él único dirigente que lo acompañó en todas las presidencias”, afirma con orgullo. Basílico, histórico dirigente Tripero del fútbol infanto-juvenil, comenzó su carrera en 1975 bajo la presidencia de Oscar Emir Venturino, y desde entonces, formó parte de todas las dirigencias a excepción de ésta que conduce Gabriel Pellegrino. Es decir, es palabra más que autorizada para definir quién fue Cacho, cinco veces mandamás del Mens Sana y quien más tiempo ejerció el cargo, aunque de manera interrumpida.
“Era un tipo muy querido, muy simpático. Te ponías en el hall en cada elección y veías cómo hablaba con la gente. Lo saludaban todos”, recuerda, y agrega otra anécdota, que a su juicio, lo pinta de cuerpo entero: “Me acuerdo que para fin de año a todos los empleados les regalaba algo. Y lo pagaba todo él de su negocio, así le fue, se fundió”. Juan Carlos se refiere de ese modo al rol que también ejerció durante mucho tiempo Cacho: su faceta como reconocido empresario de la ciudad, en la recordada Casa Delmar.
CACHO, UN AMIGO Y UN PADRE
“Yo estuve siempre con él. Fue un padre más que un amigo porque me aconsejó en todo. Me llevaba 20 años. Me dejó manejar el fútbol infanto-juvenil y así continúe mi carrera de 40 años en la AFA. Yo nunca lo fallé”, asegura. La relación entre ambos se forjó dentro del club, cuando Delmar asumió la presidencia y Basílico ya se encontraba trabajando en el fútbol infantil. “Estaba desde 1975 y tras la salida del responsable los dirigentes me dicen ‘te tenés que hacer cargo del fútbol amateur’. Y ahí fue Cacho el que me dijo ‘vos agarrá, que nosotros te respaldamos”. Y desde entonces, nunca más se separaron: “Cuando cumplió 90 hizo una fiesta, nos invitó y me sentó al lado suyo porque lo acompañé en los 15 años de presidencia”.
Otro histórico directivo y empleado del club, que también vivió de cerca ese proceso, confirma la confianza que brindaba Cacho a quienes eran de su entorno. Juan Carlos Mancinelli, hoy administrativo del club, recrea: “Había una norma que decía Delmar, que Basílico nos inculcó a nosotros: ‘vos armá algo con una persona cercana tuya y que ese consiga 1 o 2 más y que se haga responsable de sus actos. Así vas armando una comisión. No la armes con alguien al azar. Así sabés qué tipo de gente es y qué persona es la que trabaja con vos”.
Mancinelli, en aquel momento directivo del fútbol infanto-juvenil, también lo recuerda como “un hombre que era no de acaparar. Él armaba comisiones para que sean los integrantes de las mismas los que se encargaran de actuar. Él no se metía, hablaba con nosotros y así hacía con todos los deportes. Pedía que trabajemos y que hagamos. Recién cuando un problema nos sobrepasaba, íbamos y le decíamos”.
LA LLEGADA DE TIMOTEO
Octubre de 1994. Peligraba el ciclo de Roberto Perfumo, el técnico que había consagrado al club hacía poco meses, en enero, con la Copa Centenario. Como si fuera hoy aún, Basílico recuerda cómo empezó a gestarse la revolucionaria llegada del Viejo: “Estábamos en la cancha de Deportivo Español, perdimos 2-1 y ya no daba para más. Cuando llego a la estación de servicio (NdeR: siempre se dedicó a la actividad, actualmente es el Presidente de la Federación) mi señora me avisa que me había llamado Cacho para que vaya a la sede. Ahí decidimos que íbamos por Griguol”.
“El Negro Domínguez (integraba la comisión de Delmar) tira ‘yo tengo uno pero es grande ya, no sé si le va a interesar’. Y era Griguol. Cacho tenía el teléfono porque en México 1986 (Delmar presidía la delegación del equipo campeón) había estado charlando con él e hicieron una buena relación. Entonces ahí me dio su tarjeta y lo llamé. Hice el primer contacto, estaba en Colombia en un Congreso, me dijo su señora”, detalla.
La historia, concluye Basílico, terminó con final feliz y así, sin saberlo en ese momento, inició un ciclo memorable para Gimnasia: “Después habló Cacho con Griguol y Timoteo le dice que mañana a la tarde aterrizaba en Ezeiza. Sabíamos que era más caro que Perfumo, estábamos lejos en los números pero el Viejo nos dijo ‘vamos a hacer una cosa: cuando nosotros vendamos a un chico de inferiores, ustedes me pagan a mí. Si no, me pagan lo mismo que a Perfumo’. Y así resolvimos la cosa”.