Por Martín Casañas
Aquella noche del jueves 19 de marzo, cuando todo hacía indicar que la cuarentena en el país era una realidad, llegó el anuncio del Presidente Alberto Fernández sobre las restricciones dispuestas a partir de las cero horas del viernes 20. En ese entonces, recuerdo estar en mi casa junto a mi abuela y mi padrino, convivientes en Los Hornos, y sentir una preocupación e incertidumbre poco habitual. Era todo tan nuevo, tan extraño y tan lejano en el horizonte, que me impactó la velocidad de propagación que tuvo en virus en los últimos meses.
Lo primero que hice fue comentar la situación con mi familia, teniendo en cuenta que Delia, de 84 años, corría (y corre) un riesgo importante si alguno de nosotrxs se llegaba a contagiar por Coronavirus. Posteriormente, el tema se trasladó a los grupos de whatsapp de familiares y amigxs, comentando lo que acababa de anunciar el presidente y pensando, de manera inocente, que serían 15 días de aislamiento para preservar la salud de todo el país.
Más allá de la angustia de saber que no podría moverme de mi casa por dos semanas, traté de analizar la situación desde otro punto de vista más positivo: lamentando lo que sucedía en Europa, entendí que, si la pandemia hubiera iniciado en América Latina, las consecuencias, probablemente, hubieran sido más graves de lo imaginado. Por lo tanto, me generó cierta tranquilidad saber que, haciendo caso a las autoridades sanitarias del país, no tendríamos un colapso en el sistema de salud.
Con innegable temor y sorprendido por lo que estábamos viviendo, me fui a dormir esa noche pensando que todo quedaría como una anécdota y una vivencia de 15 días de encierro. Lamentablemente, la historia fue completamente distinta y duró mucho más de lo deseado. Pero hoy, un año después de ese momento histórico, tengo la convicción de saber que, con aciertos y errores, la sociedad argentina y el Estado estuvieron(mos) a la altura del inesperado desafío que nos propuso la humanidad.
Por Ignacio Villabona
Recuerdo perfectamente esos días extraños de marzo del 2020 cuando se veía venir algo que ya llamaban “cuarentena” y que nadie sabia bien que era. Yo particularmente estaba pendiente del desarrollo de un concierto del Ciclo Mistongo que es el ciclo de conciertos de tango que produzco desde el año 2016 en la ciudad, el concierto estaba programado para el 21 de marzo y para el 4 de abril también tenía otra fecha programada. Pasado el 10 de marzo, con las primeras medidas oficiales, cierres de fronteras etc. ya el panorama de las actividades en lugares cerrados se empezó a poner en alerta con distintas estrategias y reacciones del sector, muchos decidían por responsabilidad individual levantar los conciertos y espectáculos, otros se mantenían expectantes a los anuncios oficiales y muchos como yo estábamos mas bien desorientados. Fueron días de mucha comunicación entre los colegas del sector, mucha consulta e incertidumbre.
La administración pública (la cual me convoca en materia laboral) creo recordar que rápidamente y antes del anuncio oficial de cuarentena dio muestras de que “taza taza, cada uno a su casa” y el panorama empezaba a ser mas claro. Al menos por un tiempo nos mandarían a “descansar”. El día del anuncio ya estaba todo bastante claro y faltaba solamente escuchar al Presidente, ya habíamos decidido junto a los espacios en los que producía el Ciclo Mistongo que lo mejor era suspender actividades hasta próximo aviso y en familia y en casa recibimos el anuncio de la medida oficial. Un par de semanas para descansar, ocuparse de cosas pendientes del hogar, ordenar el suministro de víveres y planificar un poco la alimentación familiar no iba a venir nada mal, al menos por un par se semanas. De ahí en más todos sabemos la historia, y aunque quede cursi y sea una frase hecha a un año de aquel día, ninguno de nosotros somos los mismos.
Por Mariano Antonelli, conductor del programa TARDE
El comienzo del confinamiento de la voz de Alberto Fernández claramente fue uno de esos momentos que uno va a recordar siempre dónde estaba o qué hacía cuando ocurrió. Yo en ese momento vivía sobre calle 25, cerca del parque San Martin. Estábamos con mi novia a la espera de la famosa conferencia que habían anunciado, y estábamos expectantes de lo que pudiera resultar. Ya ese día nos habían dicho que no vayamos a trabajar, por ende era el primer día de lo que lego se confirmaría como una cuarentena, y al principio lo tomamos como un día de recreo. La avenida 25 es clave durante el confinamiento porque nunca estuvo tan inactiva y desierta que cuando estuvo el confinamiento. La imagen era casi apocalíptica. Al principio solo se veían por la calle personas con la bolsita de los mandados, que era como el permiso para transitar. Eso o pasear el perro.
Los sentimientos que se recuerdan son miedo, desconcierto, pero por sobre todas las cosas incertidumbre. Muy pocos creo que se pudieron a pensar en ese momento que no serían solo los 15 días que anunciaba el Presidente que nos teníamos que “guardar”. Nos preocupábamos cómo íbamos a aguantar 15 días, y después termino siendo más de medio año.
Con los compañeras y compañeros que hacemos el programa analizábamos opciones para definir nuestro año radial, y nos cayó esto. Por suerte, no habíamos acordado empezar el programa, y visto a la distancia creo que nos vino bien para no estar expuestos en plena pandemia.
Y acá estamos, un año después. Somos participantes de un hecho que no pasó nunca en la historia de la humanidad. Pensarlo así es muy fuerte. Ojalá termine lo menos peor posible.
Por Damián “Puma” Gaspari
Parece mentira que hace un año el presidente Alberto Fernández estaba anunciando en Cadena Nacional que debíamos quedarnos en nuestras casas para cuidarnos de un virus desconocido. Un virus que estaba causando estragos en el mundo. Como si fuera una película apocalíptica sacada del cine o de alguna plataforma de streaming dónde los protagonistas luchaban por subsistir ante un enemigo silencioso e invisible.
En mi caso, me encontró tal vez un poco más prevenido, ya que tengo dos amigos que viven en Europa y tengo contacto constante con ellos. Yo tenía el famoso “diario del lunes”. Cada paso que se daba en nuestro país yo lo había charlado dos o tres semanas antes con ellos. Por eso mismo, cuando aquí explotó “la locura del virus”, en esos primeros e interminables días de encierro hogareño, yo ya había comprado alcohol por las dudas.
Incluso, cuando todavía no se utilizaba el tapabocas, yo ya sabía que teníamos que empezar a usarlo en un tiempo cercano. Así pasé todo el período más duro de confinamiento. Siempre al lado de mi familia, mi esposa e hijas. Apoyándonos, cuidándonos y tratando que las nenas sean las menos afectadas por no entender lo que estaba pasando afuera.
Perdimos mucho en un año. Abrazos, besos, afecto hacia el otro. La pandemia nos hizo más fríos, nos obligó a distanciarnos, hasta del ser más querido. Pero lo hicimos, obligadamente, para cuidarnos y cuidar al otro. Fue el primer alejamiento afectivo de la historia a nivel mundial por amor. ¿Qué loco no? Nos sirvió para pensar y replantear algunas cuestiones, muchas de éstas existenciales, familiares, cosas que habitualmente uno no piensa porque vive a las corridas con todo. Fue tiempo de parar la pelota, como se dice habitualmente en el mundo futbolístico.
Volviendo a mis amigos de Europa, justamente ayer uno de ellos, me dejó una frase que aún sigue dando vueltas en mi cabeza. Ellos siguen pasando la segunda ola de contagio, que, por momentos, fue más dura y complicada que la vivida a comienzos de 2020. Cuando nos despedíamos me dijo “aprovechen la libertad", no sé que pasará en unos meses en Argentina pero ojalá que se haya equivocado.
Por Juan Rezzano
Aún presionado por la conciencia, a pesar de la culpa, no puedo evitar disfrutar un poco de la ruptura del orden que propone la pandemia. Estoy un poco fascinado por la disrupción. Frenar en una esquina cualquiera del centro a las 11 de la mañana, apagar la radio y escuchar el silencio apenas roto por el canto de los pájaros. La ciudad gobernada por los osos panda que veo en todas partes. Que me golpeen la puerta y encontrarme a mi vecino disfrazado de espantapájaros profiláctico. Las cajeras del Vea de Tolosa con cascos blancos como los de los soldados de la guerra de las galaxias. La avenida 7 patrullada por brigadas que vociferan la consigna de quedarse en casa. La soledad estremecedora en las calles de las noches rasgadas cada tanto por gritos que viajan de balcón a balcón. La tentación mística por un choque imposible en la ciudad desierta. La sensación de protagonizar la adaptación a la realidad de una novela de Stephen King. O la sospecha de que todo se trata de un gran montaje de un genio de la ciencia ficción que nos anticipa el futuro distópico que sabremos concebir. No puedo evitar este estado de fascinación por la novedad. El paisaje subversivo. Lo ajeno a lo ordinario. La adrenalina que brota de la extrañeza. El escalofrío excitante de un mañana sin tantas certezas.
(Este texto fue escrito el 28 de marzo de 2020)
Por Juanma Viera, productor de 221 Radio
Esa fue la frase que más me resonó cuando escuché a Alberto Fernández ese 19 de marzo de hace un año. En ese momento sabíamos poco y nada de aquello que los especialistas hace poco más de un mes llamaban coronavirus, pero entendíamos que lo necesario era tomar medidas para protegernos de una enfermedad que podía estar en cualquier lado y venir de cualquier persona.
Creo que si ponemos el foco en la interrupción temporal de lo que consideramos como normalidad, habrá miles de historias. Algunos tendremos la dicha de haber pasado un año tranquilos en relación a la salud y con muchas anécdotas que nos dio la virtualidad, el trabajo en casa, los cumpleaños por Zoom y las videollamadas eternas. Pero realmente desde ese 19 de marzo se profundizaron las desigualdades y la mayoría tiene alguna pérdida por la pandemia. Todo duele, nadie es un número más, detrás de cada persona que no está hay una familia que sufrió y mucho.
Cuando el Presidente tomó la palabra luego de un día entero en el que se sabía que era lo que iba a anunciar, estaba en mi casa. Horas antes, luego de salir de la radio, había pasado por el supermercado para “almacenar” comida durante varios días, ya que la palabra cuarentena se hacía más fuerte y los ejemplos que venían de Europa mostraban la desolación en las calles. “Son 15 días”, dije. “Con esto alcanzará”, pensé.
Después del anuncio oficial, ya casi entrada la noche, un llamado a mi vieja para explicarle algunas cuestiones más técnicas del tema y también para saber qué haría con su día a día, también para tener un poco de tranquilidad. Viviendo con mi novia no sería un problema estar conviviendo todo el tiempo, entre los dos nos complementaríamos para las tareas y ya que éramos privilegiados de poder trabajar desde casa en muchos aspectos, no modificaría mucho nuestras rutinas.
Sin embargo, el miedo empezó a rondar, no puede negarse. Hoy veo que fue acertado aunque entiendo a los que opinan que fue apresurado y sin posibilidad de preparar el terreno para nadie. Pero dejar pasar el tiempo podría haber significado que la cantidad de casos elevados que alcanzamos en pleno invierno, llegaran antes y con consecuencias fatales. Sí, podrás decirme que exagero. Ni vos ni yo lo sabemos porque no pasó, pero nunca mejor dicho: mejor prevenir que curar.
Pasó un año, ahora todos sabemos sobre el coronavirus pero los cuidados que tomamos ya han desaparecido. El mensaje llegó, pero será por nuestra esencia, por lo poco pacientes que somos o quizás esa sensación de ser más fuertes que el virus, que ya olvidamos ese 19 de marzo como una fecha de cambio y concientización, sino que la tomamos como un momento más, una simple historia de cuando tuvimos que ir “de la casa al trabajo, del trabajo a la casa”.
Rosario Hasperue, Referente Foro por la Niñez, habló en 221 radio. Escuchala:
Por Gian Troglio
Hace un año nos cambió la vida. No importa a que te dedicás, que estudiaste o lo que imaginabas para el futuro. Hace 365 días nos tuvimos que empezar a reinventar y a cambiar nuestro estilo de vida. En mayor o menor escala, las cosas dieron un giro para todos y todas.
Los besos y abrazos se fueron con aquel recordado anuncio del presidente donde anunciaba una “aislamiento obligatorio para toda la sociedad”. Y ahí se nos fueron nuestras costumbres. Ya lejos quedaron esos abrazos y besos tan recurrentes para nosotros. Pero de eso se trata: de adaptarnos.
Y el mundo un poco se detuvo. Pero nosotros intentamos no hacerlo y todo se volvió virtual. También incursionamos en la cocina y entrenamos en el comedor ¿Qué loco, no? De un día para otro, nuestra vida cotidiana había cambiado. También agarramos el papel higiénico e hicimos jueguitos, nos reunimos con amigos por plataformas y hasta nos convertimos en panaderos.
COVID, PCR, DISTANCIAMIENTO, BARBIJO, CORONAVIRUS, CONTACTO ESTRECHO, POSITIVO, NEGATIVO. Todo pasó a ser un número y esas palabras entraron en nuestro diccionario diario. ¿Volveremos a la normalidad? Es la incógnita que sigue retumbando y acá seguimos. Reinventándonos, porque de eso se trata.
Por Nacho Pereyra
Jueves, día de ensayo, después de una plagada de incertidumbre, nuestra obra en el Cementerio de Chacarita estaba a punto de reestrenarse. El argumento tiene como eje la peste, la epidemia de fiebre amarilla de finales del siglo XIX, el origen de la necrópolis más grande de América Latina.
Terminamos el ensayo y nos encontramos con el decreto, aún no dimensionábamos lo que iba a suceder, nos reímos, nos parecía mucha la coincidencia de lo que podía pasar y aquel momento que tanto nos inspiró para hacer la obra.
Al otro día, cumplía mi segunda semana conduciendo “El despertador”, la imagen de aquella calle desierta quedará grabada en mi memoria, para siempre. Esas veinte cuadras en soledad, a las 6.30 am, los alrededores de la Plaza Moreno sin su despliegue de ruidos.
Los días siguientes fueron de decisiones y nuestra casa, la radio, volvió a enfrentar un desafío. Uno más en 10 años, y decidir siempre es importante y también tiene su recompensa, acompañar, reír, informar, sonar, escuchar, hacer pensar en otra cosa, gracias… algunas de las palabras que recibí en ese momento y siempre quedarán guardas adentro mío.
El Secretario de Espacios Públicos de la Municipalidad de La Plata, habló en 221 radio. Escuchalo:
El senador bonaerense habló en el programa Tarde sobre la situación de la seguridad en el municipio, el avance del plan de prevención implementado por la Comuna local y cuestionó la decisión del ministro de Seguridad, Sergio Berni, de prescindir del intendente en la Mesa de Coordinación en noviembre pasado. "Es una decisión política equivocada", sostuvo.
La actriz Vanesa González dialogó con Hernán Moyano en "El pacto copérnico" sobre el estreno nacional de la película de género "Realidad virtual". Se podrá ver a partir de este jueves en Cine Gaumont y en la plataforma de cine.ar. Además, repasaron su trayectoria en el cine de género y su actualidad en la obra de teatro "Jauría".
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